MADRID 13 Dic. (EUROPA PRESS) -
Investigadores del Instituto del Corazón Smidt del Cedars-Sinai, en Estados Unidos, validaron el vínculo entre una afección cardiaca debilitante y la vacuna COVID-19 y, en menor medida, un vínculo novedoso entre la misma afección y la vacuna.
Sus hallazgos, publicados en la revista 'Nature Cardiovascular Research', sugieren que un pequeño porcentaje de pacientes vacunados contra la COVID-19 puede desarrollar el síndrome de taquicardia ortostática postural (STOP). Los investigadores también descubrieron que las personas diagnosticadas de COVID-19 tienen cinco veces más probabilidades de desarrollar la misma afección cardiaca después de la infección que después de la vacunación, lo que subraya la importancia de la vacuna.
"El mensaje principal aquí es que, si bien vemos un vínculo potencial entre la vacunación contra COVID-19 y el STOP, la prevención de COVID-19 a través de la vacunación sigue siendo la mejor manera de reducir el riesgo de desarrollar STOP", apunta Alan C. Kwan, primer autor del estudio y un especialista cardiovascular en Cedars-Sinai.
El síndrome de taquicardia ortostática postural es una afección relacionada con el sistema nervioso que afecta con mayor frecuencia a mujeres jóvenes en edad fértil. El síntoma más identificable es un aumento rápido de los latidos del corazón de más de 30 latidos por minuto, o una frecuencia cardiaca que supera los 120 latidos por minuto, en los 10 minutos siguientes a estar de pie.
Otros síntomas son desmayos, mareos y fatiga, aunque algunos pacientes con enfermedad grave también pueden experimentar migraña, aumento de la micción, sudoración de las extremidades, ansiedad y temblor.
Para validar sus hallazgos, los autores del estudio utilizaron datos de 284.592 pacientes vacunados tratados dentro del Sistema de Salud Cedars-Sinai más amplio entre los años 2020 y 2022, así como de 12.460 pacientes con COVID-19.
"A partir de este análisis, encontramos que las probabilidades de desarrollar STOP son mayores 90 días después de la exposición a la vacuna que los 90 días anteriores a la exposición --destaca Kwan--. También descubrimos que las probabilidades relativas de POTS eran mayores de lo que se explicaría por el aumento de las visitas a los médicos tras la vacunación o la infección".
Subraya que, a pesar de este hallazgo, las tasas de POTS después de la vacunación fueron mucho más bajas que las tasas de nuevos diagnósticos de POTS después de COVID-19. "Este conocimiento identifica una posible -aunque todavía relativamente escasa- asociación entre la vacunación con COVID-19 y el POTS", afirma.
Muchos pacientes, especialmente los que desarrollaron STOP antes de la pandemia de COVID-19, pasaron años intentando obtener un diagnóstico adecuado. Esto se debe a que muchos profesionales sanitarios no están familiarizados con la enfermedad y sus síntomas, que a menudo pueden atribuirse incorrectamente al síndrome de fatiga crónica u otras afecciones. Sin embargo, el COVID-19 ha ampliado los conocimientos médicos sobre este síndrome.
"De forma inesperada pero importante, la pandemia de COVID-19 ha dado a conocer el STOP tanto a los pacientes como a los médicos --afirma el doctor Peng-Sheng Chen, experto en la enfermedad y director de una de las pocas clínicas especializadas en STOP del país--. Dado un conocimiento más amplio de la enfermedad, muchos pacientes pueden ser diagnosticados más rápidamente permitiendo intervenciones más tempranas que pueden mejorar en gran medida sus síntomas".
Según Chen, muchas intervenciones eficaces implican modificaciones del estilo de vida, entre ellas evitar desencadenantes como estar de pie mucho tiempo, el calor extremo, el frío extremo y las bebidas alcohólicas. Otras medidas recomendadas pueden ser una dieta rica en sodio y el uso de prendas de compresión abdominal o de la parte inferior del cuerpo. También pueden considerarse ciertas terapias médicas.
A menudo se anima a los pacientes tratados por STOP en el Instituto del Corazón Smidt a participar en el programa de rehabilitación cardiaca, cuyo objetivo es fortalecer el cuerpo y el corazón.
Aunque el estudio arroja una luz importante sobre las vacunas y el STOP, los investigadores afirman que tiene sus limitaciones. La esperanza, sin embargo, es que este nuevo conocimiento ayude a mejorar las conversaciones en torno a la COVID-19 y las vacunas.
"Reconocemos como clínicos que los efectos secundarios de las vacunas pueden variar en tipo y gravedad, aunque sigan siendo poco frecuentes en general. Esperamos que unos datos más claros y una mejor comprensión mejoren con el tiempo la confianza médica y la calidad de la atención, así como las comunicaciones en torno a las vacunas --comenta Kwan--. En última instancia, nuestro objetivo es optimizar la aceptación de las vacunas".