MADRID, 21 Ago. (EDIZIONES) -
La inflamación es una respuesta fisiológica de nuestro cuerpo en la que el sistema inmunológico, el sistema de defensa del organismo, interviene para eliminar a los invasores extraños o bien para reparar a los tejidos lesionados.
"Como respuesta a la infección o a la lesión, diversos compuestos químicos son liberados por el tejido dañado, atrayendo a los glóbulos blancos, que se transportan por el torrente sanguíneo hasta el lugar de la infección o la lesión, promoviendo la eliminación del microorganismo y la reparación del tejido. La inflamación suele ceder cuando la amenaza de infección o lesión desaparece", explica en una entrevista con Infosalus la doctora María Pérez Ferro, médico adjunto del Servicio de Reumatología del Hospital Universitario General de Villalba (Madrid).
Ahora bien, esta especialista señala que esa inflamación puede llegar a cronificarse, a persistir, lo que la convierte en un problema para nuestra salud: "El problema se presenta cuando esta respuesta persiste, de forma que mantiene al cuerpo en un estado de alerta constante, y provocando con el tiempo un impacto muy negativo en los tejidos, a través de un proceso lento y progresivo, que generará aún más daño en el órgano afectado".
No obstante, la doctora Pérez Ferro advierte de que no siempre se sabe por qué continúa la inflamación, si bien apunta que puede ser causada por infecciones que no desaparecen, o bien por reacciones inmunitarias anormales dirigidas hacia las células normales del organismo (procesos autoinmunes), y en última instancia, la inflamación crónica puede estar debida a estados crónicos como la obesidad.
Así, apunta que en un proceso inflamatorio ordinario, los síntomas son muy evidentes: dolor, enrojecimiento, hinchazón, calor. "Pero en el caso de la inflamación crónica, los síntomas son mucho más sutiles y pueden tardar meses en aparecer, lo que provoca que a veces pasen desapercibidos. Básicamente, consisten en una sensación de fatiga general, cansancio, dolor localizado en el área afectada o dolor generalizado, falta de apetito, pérdida de peso, digestiones difíciles, a veces úlceras en la boca, erupciones en la piel", enumera la experta de Quirónsalud.
Con todo ello, destaca que el peligro que conlleva la inflamación crónica es que aumenta drásticamente nuestro riesgo de padecer enfermedad cardíaca, al favorecer la producción de una aterosclerosis acelerada, con aumento del riesgo de infartos, así como de cáncer, de diabetes, y de Alzheimer.
Ahora bien, en la última década está cobrando un papel bastante importante en el campo de la Medicina porque se está estudiando cada día más su papel esencial en las enfermedades autoinmunes. A este respecto, la doctora Pérez Ferro señala que efectivamente en los últimos años se han sucedido diferentes investigaciones acerca de la inflamación crónica, siendo la razón el hecho de que se haya comprobado que juega un papel esencial en diferentes enfermedades, especialmente en las autoinmunes.
"La obesidad, la hipertensión, el asma, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares o incluso la depresión, tienen que ver con esta patología, con la inflamación crónica. Se sabe también que el cáncer tiende a formarse en áreas con inflamación crónica", resalta la especialista del servicio de Reumatología del Hospital General de Villalba.
EL TRATAMIENTO DEPENDE DE LA CAUSA DE LA INFLAMACIÓN
Con todo ello, la reumatóloga señala que el tratamiento dependerá de la causa de la inflamación, si bien si la causa de la inflamación crónica es una enfermedad autoinmune se utilizarán fármacos inmunosupresores; mientras que si es una infección crónica, antibióticos específicos; en el caso de que la causante sea una enfermedad neoplásica, se utilizan tratamientos quimioterápicos; pero si es la obesidad, dice que el tratamiento consistirá en disminuir la grasa corporal, por ejemplo.
En última instancia, la doctora María Pérez Ferro, médico adjunto del Servicio de Reumatología del Hospital Universitario General de Villalba (Madrid), recuerda que la inflamación crónica se puede prevenir con un estilo de vida saludable, principalmente con una dieta adecuada.
"Se ha demostrado que la dieta mediterránea es ideal para mantener un buen estado nutricional y bajos niveles inflamatorios. También realizando ejercicio regularmente, manteniendo el peso ideal, reduciendo los factores de riesgo cardiovasculares, se debe evitar fumar, así como disminuir las situaciones de estrés", sentencia la doctora.