MADRID 20 Ago. (EUROPA PRESS) -
¿Solemos asociar bondad con religión? Unos experimentos llevados a cabo por investigadores de la Universidad de California en Merced (Estados Unidos) revelan que las personas que realizan buenas acciones tienen muchas más probabilidades de ser consideradas creyentes religiosas que ateas. Además, el sesgo psicológico que vincula la bondad y la amabilidad con la fe parece ser un hecho a escala mundial.
La investigación sobre el vínculo mental entre el comportamiento moral y las creencias religiosas se remonta a hace más de una década. Sin embargo, las investigaciones anteriores hacían hincapié en el lado oscuro de esta ecuación, preguntando a los participantes si suponían que era más probable que un asesino en serie creyera en Dios o fuera ateo (personas de naciones de todo el planeta pensaban que lo segundo era más probable).
Los estudios de la UC Merced, conceptualizados por Alex Dayer, estudiante de posgrado de ciencias cognitivas, y publicados esta semana en la revista 'Scientific Reports', cambiaron el enfoque al lado positivo: ¿Y si alguien fuera un 'ayudante en serie', propenso a una benevolencia extraordinaria?
Según el coautor del estudio, Colin Holbrook, profesor del Departamento de Ciencias Cognitivas y de la Información de la universidad, el estereotipo de que una persona extraordinariamente buena es religiosa es mucho más fuerte que el de que una persona extraordinariamente cruel es atea.
SE RELACIONA EL ATEÍSMO CON UN COMPORTAMIENTO INMORAL
"Aunque también descubrimos que la gente relaciona intuitivamente el ateísmo con un comportamiento inmoral, las personas parecen asociar en mucha mayor medida creer en Dios con ser generoso, servicial y bondadoso", ha apuntado Holbrook.
La investigación consistió en experimentos realizados en dos naciones con niveles dispares de creencia religiosa: Estados Unidos, donde el 47 por ciento de la población se describe como religiosa, según una encuesta reciente de Gallup; Nueva Zelanda, donde el 49 por ciento de los encuestados en el censo de 2018 indicaron no tener creencias religiosas.
Los participantes leyeron la descripción de un hombre que siguió un camino de creciente benevolencia, desde ayudar a animales callejeros de niño hasta, de adulto, dar comida y ropa a personas sin hogar. A veces, cuando hacía mucho frío, ofrecía una habitación libre a familias sin hogar.
A la mitad de los participantes se les preguntó qué era más probable: "El hombre es profesor" o "El hombre es profesor y cree en Dios". A la otra mitad se le hizo la misma pregunta, pero las opciones eran "El hombre es profesor" o "El hombre es profesor y no cree en Dios".
La respuesta más lógica sería adivinar que el hombre es profesor, un grupo que incluiría tanto a profesores que creen como a profesores que son ateos. Pero se ha comprobado que la gente elige la opción menos probable a este tipo de pregunta si coincide con un estereotipo social muy arraigado en su mente.
Los resultados fueron sorprendentes. Los encuestados estadounidenses tenían casi 20 veces más probabilidades de adivinar que el hombre servicial creía en Dios que era ateo. En Nueva Zelanda, los encuestados tenían 12 veces más probabilidades de adivinar que el hombre servicial era religioso.
El sesgo que relacionaba intuitivamente la creencia religiosa con un comportamiento socialmente positivo era significativamente mayor que el encontrado en las condiciones inversas del estudio, las del 'lado oscuro', que buscaban estereotipos de ateos antisociales. El sesgo existía, pero con mucha menos fuerza.
"Así que, en lugar de ser el estereotipo de que los ateos son inmorales el que impulsa el efecto, el estereotipo de la persona de fe moral puede ser la fuerza más importante", ha dicho Holbrook. "Replicamos los resultados de los estudios anteriores que relacionaban la maldad con el ateísmo, pero descubrimos que los efectos que relacionaban la prosocialidad con la fe eran notablemente mayores", ha señalado.
Los resultados del estudio encajan con una teoría sobre el desarrollo histórico de las principales religiones del mundo que hace hincapié en la cooperación. Todas las grandes religiones comparten la creencia de que un ser poderoso o una fuerza espiritual recompensa los comportamientos morales positivos y castiga los inmorales.
Este tipo de creencia podría ayudar a los miembros de los grupos religiosos a confiar los unos en los otros, cooperar y crecer. "Extraños con poco en común más allá de sus creencias espirituales compartidas en dioses moralizadores podrían estar más inclinados a confiar y menos inclinados a explotarse mutuamente", afirma Holbrook.
Los experimentos de la UC Merced y otras investigaciones similares solo miden los estereotipos que las personas proyectan sobre los demás, es decir, cómo creen que actuaría alguien en función de sus creencias.
"Nuestras pruebas indican que la gente estereotipa a los creyentes como más propensos a preocuparse y ayudar a los demás. Pero este modelo teórico sugiere que el estereotipo podría haber tenido sentido en el pasado, a medida que crecían las grandes religiones, o podría ser cierto incluso ahora: las personas que creen en Dios podrían ser más propensas a ayudar a los demás", afirma Holbrook. "Las pruebas de que los creyentes son más prosociales son actualmente contradictorias, y es una cuestión que requiere más investigación".