MADRID, 10 Oct. (EDIZIONES) -
La doctora Rafaela Santos es presidenta del Instituto Español de Resiliencia, médico especialista en Psiquiatría, doctora en Neurociencia y presidenta de la Sociedad Española de Especialistas en Estrés Postraumático y le consultamos sobre cómo superar el trauma y aplacar la adversidad y la incertidumbre que provocan situaciones como el volcán de La Palma a los miles de afectados, o la pandemia ya desde hace casi dos años a todos los españoles.
Precisamente, con motivo de la pandemia acaba de publicar una edición revisada y ampliada de Levantarse y luchar (Conecta, Penguin Random House), un manual en el que explica cómo superar la adversidad con la resiliencia, alejado del mundo Mr Wonderful, y basado en la realidad y en la experiencia clínica acumulada en consulta durante muchos años.
En una entrevista con Infosalus la doctora nos revela cuál es el secreto para superar cualquier adversidad o trauma que suceda en nuestra vida, se encuentra en la resiliencia. De hecho, confiesa que esta palabra ha pasado de ser la más buscada en la RAE, a ser la realidad más necesaria porque aporta muchos beneficios a nuestra salud mental y se puede desarrollar de manera fácil: Todos la tenemos dentro, pero hay que entrenarla y conocerla.
¿Cómo hacerlo? Ella se basa en una serie de puntos que más adelante explicaremos, pero antes detalla algunos conceptos previos que debemos tener claros. En primer lugar, subraya que no todos somos igual de capaces de superar la adversidad porque, según indica, esto depende de varios factores (genéticos, educación, experiencia previa con otras adversidades). No todos somos igual de resilientes. Ni siquiera tenemos el mismo potencial. Pero la buena noticia es que todos podemos desarrollar la resiliencia al nivel que queramos, no hay techo por arriba, se puede aprender y entrenar, asegura.
Aquí precisa que un tercio de la población tiene mayor capacidad de afrontar las adversidades o los traumas, es decir, de ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío, de mirar más allá y de ver que son capaces; mientras que dos tercios de la población ante un problema fuerte, un proceso traumático, quedan abatidos, hundidos y necesitan ayuda terapéutica.
Señala además que aquellas personas que no son capaces de superar ese duelo ni de ir creciendo ante el problema, que no terminan de recuperarse, desarrollan lo que se conoce como estrés postraumático. Estas personas son más vulnerables y están con una mayor predisposición a caer en la próxima adversidad que sufran. Otras superan un reto y el próximo tiene que ser mayor para que les genere ansiedad y estrés, apostilla.
Así, la doctora Santos insiste en que no todos tenemos la misma capacidad pero sí ve importante tener claro que todos podemos construir la resiliencia: Cualquier trauma o problema que sea importante se puede enfocar de dos maneras, bien como una amenaza y entonces lo que genera nuestro cerebro siempre son neurotransmisores del miedo, la emoción que más bloquea y nos daña, nos paraliza; o bien, si vemos la misma situación como si fuera un reto, un desafío, pues uno puede decir esto es terrible pero voy a ver cómo lo supero y se empieza a apoyar en esa capacidad interior de otras experiencias previas, como un fallecimiento de familiar o problemas en el trabajo como un despido o la crisis económica.
SUPERAR LA ADVERSIDAD SIGNIFICA CRECER
La presidenta del Instituto Español de Resiliencia remarca que uno cuando supera la adversidad crece, hay un cambio neuronal, gracias a que nuestro cerebro es el único órgano capaz de modificarse a sí mismo. Apoyándose en esos cambios neuronales cada vez el reto tiene que ser más fuerte y eso se llama resiliencia. Uno puede decidir un camino u otro pero hay que aprenderlo, agrega.
La propia autocompetencia, el decir, soy capaz, la confianza en uno mismo, esa capacidad de afrontar adversidades, de no tener miedo y de ser capaces de crear los recursos para ello forma parte de la resiliencia, según describe. La resiliencia no es resignación, me aguanto con lo que me ha tocado, no es la resignación de los débiles sino la fortaleza de los que afrontan el problema y se levantan y luchan, detalla Santos.
Pone el ejemplo de la ostra, que cuando se le mete un granito de arena y se le queda incrustado intenta quitárselo y, al no poder, segrega una sustancia por la que envuelve a ese granito y acaba convirtiendo el sufrimiento en una obra de arte, en una perla maravillosa.
También cuenta el caso de un cirujano que tras un accidente de coche se quedo tetrapléjico y perdió el 90% de la movilidad de su cuerpo, de cuello para abajo. Indica que este intentó ver el vaso medio lleno y se dio cuenta de que tenía el 10% de su cuerpo intacto y que esta parte era la más importante, su inteligencia, y que ya que no podía seguir operando pero sí podía emplear su mente en ayudar a los demás, y ahora es psiquiatra y pasa consulta desde una silla de ruedas y es feliz.
Ahora bien, una cosa que nos está trayendo tanto la pandemia de COVID-19 como el volcán de la isla de La Palma es la incertidumbre, que a muchos nos descoloca y para la que aconseja nuevamente la resiliencia. La psiquiatra confiesa que el cerebro es automático, y no la tolera bien, ante la incertidumbre se bloquea y genera miedo, si bien anima a trabajar en aportar confianza y en saber afrontar los desafíos que vengan.
PASOS PARA ENTRENAR LA RESILIENCIA
Con todo ello, la doctora Rafaela Santos enumera y explica brevemente cuáles son los pasos que a su juicio son necesarios para trabajar esa resiliencia, a pesar del trauma o la adversidad:
1.- En primer lugar, aceptar la realidad que no podemos cambiar. Si yo no acepto algo ya estoy quedándome enganchado en ese punto del cerebro de miedo. Cuando no acepto, me bloqueo. Cuando llega una adversidad que nos golpea sin permiso el primer paso es aceptar, y cuanto antes, porque si le damos muchas vueltas, por qué a mi, qué mala suerte, esto neurotiza mucho y nos hace más débiles porque no tiene una explicación. La vida está llena de adversidades en nuestro día a día.
2.- Después, el siguiente paso, adaptarnos a esa realidad. La resiliencia no es resignación, es aceptar y dar el siguiente paso cuanto antes, adaptarnos a la nueva realidad, al problema que hay, mirando hacia adelante en lugar de ir hacia lo perdido. En la isla de La Palma hay personas que han perdido todo pero han conservado la vida. Tienen que pensar que donde hay vida hay esperanza, para volver a levantarme, y además tengo a mi familia, que no los he perdido. Hay que mirar qué conservan y esto se puede aplicar a todo trauma.
3.- Aceptación, adaptación y apoyo. Necesitamos apoyo de todos. Nadie puede solo, ayuda de la gente querida, de la familia, de los amigos. En el caso de La Palma también echando mano de los recursos o fondos económicos de apoyo, de las donaciones, que tienen que llegar y están llegando ante semejante catástrofe.
4.- Con todo esto, la actitud, la última A, una actitud positiva va hacia adelante y una negativa es el no puedo con esto y aquí me abandono, deprimiéndonos en consecuencia e incluso no encontrando el sentido de nuestras vidas al final. Cuando no podemos cambiar algo debemos cambiar nuestra actitud. Qué puedo hacer yo. Esta es la motivación más esencial, que uno no pierda el sentido de su vida, es lo que más hace falta.
5.- Igualmente hay que ser realista para volver a poder gestionar la vida y no tener un sueño que no sea la realidad, sino dar pasos concretos para poder avanzar. Me voy a proponer esto y después esto otro, para no considerar que el fracaso tiene la última palabra. No hay adversidad que no pueda con nosotros si nos planteamos cuál es nuestro objetivo y voy dando pequeños pasos realistas. Con esto voy construyendo también un poco de felicidad porque cuando uno va conseguido estos objetivos son como esos pasos que como nos hacen sentirnos capaces, autoeficientes. Nos alivia, nos ayuda a salir adelante.
La felicidad no depende de lo que te pase en la vida. Podemos pasar por muchas circunstancias difíciles. Es el sentido que le das tú a lo que te pasa. La última palabra la tenemos cada uno de nosotros. Vemos a gente en la misma situación, y unos son felices y otros son desgraciados. El hombre tiene la capacidad de decidir sobre su futuro, pero aunque esas dificultades sean muy duras no tienen la última palabra. No depende de lo que nos pase sino de cómo lo interpretemos y cómo le demos sentido, sentencia la doctora Rafaela Santos.