MADRID, 24 Jul. (EDIZIONES) -
Los trastornos mentales son múltiples y variados. Y algunos son muy desconocidos. El trastorno límite de la personalidad (TLP) se encuentra en este último grupo. Aunque es a menudo confundido con patologías como el trastorno bipolar o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), tiene rasgos y síntomas propios que lo diferencian.
El TLP es "una patología psiquiátrica grave", explica a Infosalus el doctor en Psicología Álvaro Frías. Además, tiende a la cronicidad o, "al menos, a ser persistente y duradera", añade. La manifestación de sus síntomas es variada, aunque por lo general "se pueden agrupar en cuatro categorías", según el también especialista en Psicología Clínica.
En primer lugar, las personas con TLP pueden manifestar inestabilidad del ánimo o desregulación emocional. Es como "vivir en una montaña rusa constante en su día a día", resume Frías. Y no sólo en situaciones de estrés, sino "en situaciones que ellos pueden percibir como estresantes, al margen de que a la población general les parezcan o no estresantes", avisa. Otra de las categorías se concreta en una elevada impulsividad, que puede tener diferentes submanifestaciones. El doctor en Psicología enumera "adicción a las drogas, atracones de comida, ideas y actos suicidas o parasuicidas, ideas o actos agresivos con otras personas, compras compulsivas, juego patológico...".
Por otra parte, las personas que sufren TLP pueden mostrar alteraciones de la identidad. "No tener claro quiénes son, a dónde va su vida, no tener un proyecto vital claro, el vacío existencial, como si no tuviesen nada en su interior", indica Frías. Además, según el especialista en Psicología Clínica parecen y son "personas muy contradictorias". Por último, manifiestan problemas con sus relaciones personales, "tanto en la esfera superficial como con los más íntimos, las sentimentales". Los síntomas, en este último caso, pueden ser dependencia emocional hacia la otra persona o la ambivalencia respecto a ella: "te amo y te odio a la vez", apunta. La última clave que explica el doctor en Psicología es la tendencia al caos y la intensidad con la que viven la vida las personas afectadas. "Son personas muy intensas y con una tendencia a un estilo de vida relativamente caótico o fragmentado, con muchas rupturas en su biografía", indica. Además, esta circunstancia es "habitual y no transitoria".
Son la inestabilidad del ánimo y la tendencia caótica lo que explica la confusión del TLP con el trastorno bipolar y el TDAH, pero "no son exactamente lo mismo", matiza Frías. "La realidad es que el TLP es habitual en personas que tienen muchos trastornos psiquiátricos", especifica. Es decir, "mucha gente que de verdad tiene TLP es diagnosticada con cuadros de depresión, de ansiedad, de trastornos alimentarios o de abuso de sustancias, que son ciertos, pero que tras ellos se esconde un TLP". Según el experto, la demora en el diagnóstico después del primer aterrizaje en un servicio médico "suele ser perfectamente de tres a cinco años". Pero el diagnóstico del TLP es longitudinal. "Sólo porque una persona en algún momento manifieste síntomas no tiene por qué ser TLP", puntualiza Frías.
La raíz del TLP es heterogénea y multicausal. Frías destaca la genética y diversos factores ambientales. La genética puede explicar en torno a un 30 o 40 por ciento del riesgo de sufrir TLP, según el experto, e influye a través del temperamento, "la tendencia de cualquier niño o niña, ya de base, al nacer". "Se sabe que la genética influye en el temperamento y que ciertos temperamentos predisponen a tener TLP cuando eres adulto", continúa. Se refiere a los niños muy reactivos a las situaciones y a los muy impulsivos. "Eso ya se puede ver en niños y niñas que no tienen ningún problema ambiental", concreta Frías.
En referencia a los factores ambientales o no biológicos, el experto menciona, fundamentalmente, los traumas, que pueden haber tenido lugar en las instituciones familiar y social, independientemente. Es "haber estado sometido a situaciones de abuso, de naturaleza psíquica, física o sexual, o negligencia emocional. Situaciones en las que a ese niño se le critica de manera desmedida o se le humilla o se le maltrata físicamente o agresiones sexuales intrafamiliares". Los estilos educativos también tienen algo de peso, según Frías, "apegos que los familiares o cuidadores puedan tener". En este punto no sólo se incluyen los padres que no dispensen cuidados a sus hijos o no sean receptivos a nivel emocional, sino que la sobreprotección también puede ser contraproducente. "Hemos visto en más de una ocasión que es un factor de riesgo ambiental para el TLP", confirma el experto.
¿Y CONVIVIR CON EL TLP?
El TLP es un trastorno que afecta también al entorno del afectado. Frías, que acaba de publicar Vivir con una persona con trastorno límite de la personalidad. Una guía clínica para familiares y allegados, diferencia varios comportamientos que pueden suceder en el entorno próximo de la persona que sufre la patología. En primer lugar, informa el experto, se muestran "muy desconcertados", por lo que hay una fase de "altísima incertidumbre y desconcierto. También angustia hacia lo desconocido". Otros pueden sentirse culpables porque "es cierto que los familiares, inconscientemente, pudieron tener algún tipo de papel en el origen del problema del paciente ya adulto", explica, pero no "en el mantenimiento".
Por otra parte, los allegados pueden terminar agotados y claudicar emocionalmente. "Acaban pudiendo tener problemas emocionales derivados de la convivencia con estos pacientes", apunta el experto. Otros pueden sentir "rabia" hacia el paciente y, "especialmente las madres sienten mucha pena", un sentimiento "muy peligroso porque les puede situar en una situación de indefensión y no puedan poner límites a ciertas situaciones insanas", agrega Frías.
En este contexto, Frías recomienda que los allegados se informen sobre la enfermedad y de las características propias del paciente en cuestión. A partir de ahí, deben trabajar en sus propias emociones y deben tener pautas para manejar de una manera "clara" las situaciones críticas que se producen en la convivencia con estos pacientes, que pueden incluir "amenazas suicidas, amenazas verbales o estrés postraumático", concluye el experto.