MADRID 10 Oct. (EUROPA PRESS) -
Las personas expuestas con frecuencia a la discriminación racial o étnica pueden ser más susceptibles a la obesidad y a los riesgos para la salud relacionados, en parte debido a una respuesta de estrés que cambia los procesos biológicos y la forma en que procesamos las señales alimentarias.
Una investigación de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA), publicada en la revista 'Nature Mental Health', ha llevado a cabo lo que se considera el primer estudio que examina directamente los efectos de la discriminación en las respuestas a distintos tipos de alimentos, según la influencia del sistema cerebro-intestino-microbioma (BGM).
Los cambios parecen aumentar la activación en las regiones del cerebro asociadas a la recompensa y la autoindulgencia --como la búsqueda de sensaciones de "bienestar" a partir de "alimentos reconfortantes"--, al tiempo que disminuye la actividad en las áreas implicadas en la toma de decisiones y el autocontrol.
"Examinamos relaciones complejas entre la exposición a la discriminación autodeclarada y la mala elección de alimentos, y podemos ver que estos procesos conducen a un aumento de los antojos de alimentos poco saludables, especialmente los dulces, pero también se manifiestan como alteraciones en la comunicación bidireccional entre el cerebro y el microbioma intestinal", señala Arpana Gupta, investigadora y codirectora del Centro del Microbioma Goodman-Luskin de la UCLA y del Centro G. Oppenheimer de Neurobiología del Estrés y la Resiliencia de la UCLA.
"Nuestros resultados muestran que la interacción cerebro-intestino de una persona puede cambiar en respuesta a experiencias continuas de discriminación, afectando a la elección de alimentos, los antojos, la función cerebral y contribuyendo a alteraciones en la química intestinal que han sido implicadas en el estrés y la inflamación", añade.
Según explica, "parece que, en respuesta a experiencias de discriminación estresantes, buscamos consuelo en la comida, lo que se manifiesta en un aumento de los antojos y del deseo de consumir alimentos muy apetecibles, como los hipercalóricos y, especialmente, los dulces. En última instancia, estas alteraciones pueden hacer que las personas expuestas a discriminación sean más vulnerables a la obesidad y a los trastornos relacionados con ella", subraya.
Estudios anteriores han analizado muchos factores --genéticos, dietéticos, ejercicio y otros-- que podrían contribuir a las tasas desproporcionadamente altas de obesidad y trastornos relacionados que se dan en afroamericanos y otras personas de comunidades de color.
Pocos estudios han abordado el posible papel de la discriminación en la obesidad, y éste es el primer estudio conocido que aporta pruebas directas de las posibles interacciones cerebro-intestino que vinculan la discriminación con los comportamientos alimentarios.
Las conclusiones se basan en los resultados de escáneres cerebrales por resonancia magnética funcional, sofisticadas técnicas de modelado estadístico y análisis de metabolitos de la vía del glutamato en el tubo digestivo.
Participaron 107 personas --87 mujeres y 20 hombres-- de diversos orígenes raciales y étnicos que rellenaron un cuestionario validado y ampliamente utilizado que mide las experiencias crónicas de trato injusto. En función de sus puntuaciones, las respuestas de los participantes se dividieron en grupos de "alta exposición a la discriminación" y "baja exposición a la discriminación".
Todos los participantes proporcionaron muestras de heces. También completaron una tarea de "señalización de alimentos" mientras se realizaban escáneres cerebrales por resonancia magnética para evaluar las respuestas cerebrales a imágenes de cinco tipos diferentes de alimentos: insalubres, ricos en calorías y salados; poco saludable, alto en calorías y dulce; sano, bajo en calorías, salado; sano, bajo en calorías, dulce, y sin alimentos: una comparación de control consistente en imágenes pixeladas creadas a partir de fotografías de alimentos.
Utilizando estas mediciones, los investigadores se centraron en las diferencias relacionadas con la discriminación en las distintas categorías de grupos de alimentos, observando las respuestas a las señales alimentarias en regiones clave del cerebro.
Los resultados mostraron que en las personas que informaron de más experiencias de discriminación, las señales de alimentos poco saludables provocaron una mayor activación en las regiones del cerebro asociadas con el procesamiento de recompensas, la motivación, los antojos y las respuestas al apetito. Estas regiones se han relacionado con los aspectos de "bienestar" derivados del consumo de ciertos alimentos.
El estrés provocado por las experiencias de discriminación alteró las respuestas cerebrales en las regiones del cerebro relacionadas con la autorregulación en respuesta a las señales alimentarias para los alimentos poco saludables, pero no para los alimentos sanos.
Los alimentos dulces poco saludables desempeñaron un papel importante en la comunicación bidireccional entre el cerebro y el microbioma intestinal.
Mediante el análisis de muestras fecales, los investigadores buscaron cambios en 12 metabolitos del glutamato, sustancias resultantes de la descomposición del glutamato. Como neurotransmisor, el glutamato se ha relacionado con numerosas respuestas al estrés y el envejecimiento, y en este estudio, los participantes del grupo de mayor discriminación tenían niveles más altos de dos metabolitos del glutamato que se han relacionado con procesos inflamatorios, estrés oxidativo y mayor riesgo de desarrollar obesidad.
Los autores afirman que, teniendo en cuenta tanto los resultados actuales como las investigaciones publicadas anteriormente, una mayor exposición a la discriminación puede provocar alteraciones en la comunicación bidireccional cerebro-microbioma intestinal que desvía nuestra biología hacia comportamientos alimentarios poco saludables y antojos de alimentos poco sanos.
Esto ocurre a través de procesos inflamatorios en el sistema microbioma cerebro-intestino que intervienen en la desregulación de la señalización glutamatérgica y la modulación de los circuitos frontal-estriatal.
Según Gupta, estas revelaciones podrían ayudar a los investigadores a desarrollar tratamientos dirigidos al cerebro o al intestino. "A nivel cerebral, podrían desarrollarse tratamientos para modular el sistema de recompensa relacionado con la comida o los circuitos cerebrales hiperactivos asociados al estrés y la exposición a la discriminación", explica.
"En el otro extremo del espectro --prosigue--, a nivel intestinal, también significa que podemos dirigirnos a las vías glutamatérgicas (posiblemente con suplementos probióticos o cambios dietéticos antiinflamatorios) como enfoque terapéutico para tratar experiencias relacionadas con el estrés como la discriminación".