Vinculan problemas comunes de oído, nariz y garganta al desarrollo de autismo

Archivo - Niño autista.
Archivo - Niño autista. - XESAI/ISTOCK - Archivo
Publicado: viernes, 28 abril 2023 7:16

MADRID 28 Abr. (EUROPA PRESS) -

Los niños pequeños con problemas comunes de oído, nariz y garganta (ORL) pueden estar en riesgo posterior de autismo o altos niveles de rasgos autistas demostrables, sugiere una investigación publicada en línea en la revista de acceso abierto 'BMJ Open'.

Según los investigadores, la detección y el tratamiento precoces de las afecciones otorrinolaringológicas podrían mejorar la calidad de vida de estos niños y ayudar a esclarecer algunos de los orígenes del autismo.

Es probable que las causas del autismo se deban a una interacción de factores genéticos, ambientales y biológicos, y los orígenes de cada rasgo autista también pueden diferir, señalan los investigadores.

Investigaciones anteriores sugieren que las enfermedades otorrinolaringológicas, como las infecciones de oído, la otitis media adhesiva y los trastornos respiratorios del sueño, pueden influir en el desarrollo del autismo.

Pero la mayoría de estas pruebas se basan en historiales médicos, lo que puede haber sesgado los resultados, ya que los padres de niños con sospecha de autismo son más propensos que otros padres a buscar ayuda médica para sus hijos, explican los investigadores.

Para evitarlo, los investigadores recurrieron a los participantes en el estudio a largo plazo Children of the 90s, también conocido como Estudio Longitudinal Avon de Padres e Hijos (ALSPAC). En él se ha seguido la salud de más de 14.000 niños desde su nacimiento y la de sus padres desde principios de la década de 1990.

El estudio actual se basa en datos exhaustivos de más de 10.000 niños pequeños a los que se siguió de cerca durante sus primeros 4 años de vida.

Sus madres rellenaron 3 cuestionarios cuando sus hijos tenían 18, 30 y 42 meses, diseñados para registrar la frecuencia de 9 signos y síntomas diferentes relacionados con el oído, la nariz y la garganta, así como cualquier problema auditivo.

También rellenaron 3 cuestionarios cuando sus hijos tenían poco más de 3, casi 6 y 9 años. Estos cuestionarios estaban diseñados para detectar la coherencia del habla, los problemas sociales y de comunicación, los comportamientos repetitivos y anormales y la sociabilidad, rasgos característicos del autismo. El diagnóstico de autismo se confirmó a partir de los expedientes académicos y las opiniones de los padres, entre otras fuentes.

Se hicieron ajustes para 10 factores "ambientales" potencialmente influyentes: nacimiento precoz o tardío; sexo; número de embarazos anteriores de la madre con resultado de nacido vivo o muerto; lactancia materna; depresión postnatal; nivel de estudios de la madre; tabaquismo de la madre a las 18 semanas de embarazo; creencia de la madre en su propia autonomía; exposición del niño al humo de tabaco ambiental a los 15 meses; asistencia del niño a una guardería/centro de día a la edad de 30 meses.

En total, 177 niños tenían un diagnóstico probable de autismo: 139 niños y 38 niñas. Los que presentaban rasgos de autismo se definieron como el 10% de la muestra con las puntuaciones de rasgos más altas.

La respiración por la boca, los ronquidos, los tirones de orejas, los oídos enrojecidos y doloridos, el empeoramiento de la audición durante un resfriado y el hecho de no escuchar con frecuencia se asociaban a puntuaciones altas en cada uno de los 4 rasgos autistas y al diagnóstico de autismo. El pus o la secreción pegajosa de los oídos también se asociaban con el autismo y con un habla poco coherente.

Entre las distintas edades analizadas, se observaron fuertes asociaciones sobre todo cuando el niño tenía entre 30 y 42 meses. Los niños con puntuaciones altas en rasgos autistas a los 30 meses presentaban más signos de ORL. El propio autismo se asoció significativamente con todos los signos, excepto con los síntomas de apnea del sueño (interrupción de la respiración durante el sueño).

La inclusión de las 10 características ambientales apenas influyó en los resultados. Por ejemplo, los niños con secreciones en los oídos tenían más de 3 veces más probabilidades de padecer autismo, mientras que los que tenían problemas de audición durante un resfriado tenían más del doble de probabilidades. Y los niños que no reaccionaban ante ruidos cercanos tenían más de 6 veces más probabilidades de padecer autismo a esta edad.

Sin embargo, los investigadores señalan que "estos signos y síntomas ORL son muy comunes en la infancia y la mayoría de los niños que los experimentan no llegan a ser diagnosticados de autismo. Por ejemplo, del grupo de unos 1.700 niños que roncaban a los 30 meses, a la mayoría (1.660) no se les diagnosticó autismo más adelante".

Los investigadores reconocen varias limitaciones, como la pérdida de algunos niños en seguimientos posteriores, como ocurre en cualquier estudio a largo plazo, y la falta de diversidad étnica entre los participantes en el estudio Children of the 90s, lo que limita la aplicabilidad más amplia de las conclusiones.

Además, no se examinó a los niños de forma sistemática para determinar un diagnóstico de autismo, sino que se aplicó una estrategia para evaluar la probabilidad de un diagnóstico utilizando diversas fuentes.

No obstante, concluyen que las asociaciones que encontraron "pueden ser importantes porque estos signos auditivos y respiratorios pueden ser marcadores tempranos de un mayor riesgo de autismo, pueden informar sobre los orígenes del autismo, o pueden poner de relieve afecciones concurrentes que si se tratan pueden conducir a una mejor calidad de vida para los niños con autismo".

Y añaden qeue el estudio "se suma a la evidencia de que, en comparación con una población típica de la misma edad, los síntomas tempranos de oído y vías respiratorias superiores son más comunes en aquellos diagnosticados posteriormente de autismo o con niveles extremos de rasgos autistas".

Pero advierten de que "no es posible determinar si estas afecciones otorrinolaringológicas tienen un papel causal en el desarrollo de rasgos autistas o están relacionadas con un factor no medido".

"Una posibilidad, por ejemplo, podría ser la consecuencia de la mayor prevalencia de anomalías físicas menores en individuos con autismo, incluyendo diferencias anatómicas en la estructura y/o posicionamiento del oído, con tales diferencias en la morfología del oído aumentando el riesgo de afecciones ORL", concluyen.