El desarrollo vertiginoso de las vacunas contra la COVID-19, apenas unos meses después de la aparición del virus, fue un triunfo de la ciencia moderna y salvó millones de vidas. Pero, a pesar de todo lo bueno que hicieron para reducir las enfermedades y las muertes, las vacunas no lograron poner fin a la pandemia debido a una debilidad notable: no pudieron detener la propagación del virus.